Los más pequeños siempre en movimiento.
-
Cita
"Ciertas imágenes de la infancia se quedan grabadas en el álbum de la mente como fotografías, como escenarios a los que, no importa el tiempo que pase, uno siempre vuelve y recuerda"
Carlos Ruiz Zafón -
El juego es esencial
El mecanismo natural por el que los niños aprenden y van madurando hasta convertirse en adultos seguros de si mismos es, sin duda, el juego. Juego con los padres para establecer vínculos seguros, juego con sus iguales para ir entendiendo las normas de socialización, juego con uno mismo para aprender a conocernos y desarrollar nuestros propios temas de interés.
-
La interacción
La mayoría de niños vienen ya programados con unas habilidades innatas para buscar el acercamiento a los otros niños y establecer un juego espontáneo. A poco que nos fijemos en nuestro entorno vemos niños interactuando. A veces, el juego es muy motriz, rápido, molesto quizás para algunos adultos, pero necesario para la mayoría de niños. Hay algunos de ellos que necesitan el movimiento constantemente y si se les priva de él las cosas empeoran.
Vamos a jugar
"El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta".
(Pablo Neruda)
Resulta habitual que muchos padres se quejen de que sus hijos tengan toda clase de juguetes pero que jueguen poco. Siempre les contesto lo mismo: Los niños, vuestros hijos, no necesitan los mejores juguetes, necesitan vuestra mejor actitud y predisposición para jugar con ellos. Hacedlo así y el no tener el mejor juguete no será ningún obstáculo.
El intruso: Tecnologías y pantallas
Pero los tiempos actuales no facilitan el juego más clásico, aquel que supone la interacción natural entre hijos y padres a través de actividades que tienen en común pasarlo bien y crear vínculos seguros. Los largos tiempos de trabajo de los adultos, el estrés presente, entre otros, determinan, que el juego ya no se establezca ni en tiempo ni en calidad como debiera hacerse, sino que queda delegado en otros agentes a veces en forma de multitud de actividades extraescolares o lo que viene siendo más habitual: mediante el recurso fácil de las pantallas tecnológicas. Esto también ha provocado una nueva forma de interaccionar y jugar entre los niños y jóvenes.
La sociedad ha cambiado y no en todo para mejor según mi criterio. Los efectos de los diferentes dispositivos tecnológicos a los que se ha sobrexpuesto a los niños han tenido, y ahora los primeros estudios lo avalan, efectos indeseables en su aprendizaje.
Esto se concreta en que un exceso de horas delante las pantallas provocan una alteración en los procesos atencionales, entre otros. Es decir, disminuye la atención sostenida o la capacidad de concentración delante lo que no son las pantallas. Un niño que juega excesivas horas, va configurando su mente, en plena construcción de la misma, de tal manera que difícilmente luego va a poder reconocer o centrar su atención en los elementos más clásicos como los libros o la escritura. Esto se debe a que pasa de una información que se presenta bajo muchos estímulos visuales y sonoros, que ofrece una alta estimulación y refuerzo, a veces, en forma de recompensas, a otra completamente estática y de la que no obtiene un refuerzo inmediato. La consecuencia de todo ello es que estamos asistiendo a una caída significativa en el rendimiento de los niños en la lectura, comprensión lectora y escritura, entre otros.
Igualmente se ve afectada la parte relacional. Es habitual ver a niños que se comunican a través de aplicaciones con sus compañeros cuando están físicamente a pocos metros de distancia. Hay otros que abiertamente comunican que empiezan a desarrollar el temor a relacionarse presencialmente con sus propios compañeros ya que la virtualidad les ofrece la posibilidad de presentarse con determinados sesgos que no pueden sostenerse de forma presencial.
El lenguaje expresivo cada vez es más limitado en niños para dejar paso al lenguaje de los símbolos en forma de emoticonos con un lenguaje muy simplista. Paradójicamente este tipo de lenguaje también observamos que les acaba provocando malentendidos y conflictos entre ellos dado que pueden fácilmente no ser bien interpretados.
En definitiva, tecnologías sí, pero debemos hacer una reflexión en profundidad acerca de los límites, horarios y contenidos a los que según la edad pueden acceder nuestros niños.
Algunas claves para controlar pantallas en niños
Signos de alerta:
El uso de las tecnologías por parte de los más pequeños supone algunos riesgos que viene derivados de un exceso de tiempo dedicado a las mismas o por un acceso a contenidos que no toca y son perniciosos por su edad. Por tanto, hay que controlar los tiempos y los contenidos.
El mal uso o abuso de la tecnología tiene sus propios avisos y, por tanto, hay que estar atentos a su aparición:
-Cambios en la conducta. El niño se vuelve de más difícil manejo, más frustrado y con dificultades para que atienda a sus deberes escolares.
-Cambios en las rutinas de alimentación y sueño. Pueden aparecer mentiras para excusarse. Robo de dinero o utilización tarjeta de los padres.
-Pérdida de interés por actividades que antes realizaba y ahora no le interesan.
-Poner problemas o excusas para salir de casa. Más tiempo encerrado en la habitación.
-No le interesa tanto quedar físicamente con los amigos.
Algunas pautas:
-Primero es importante que conozca los hábitos de su hijo/a y durante cuanto tiempo está conectado y donde. Interésese por lo que ve y qué juegos on-line utiliza. Juegue a ratos con él para conocer de cerca como funcionan y así tener una idea más clara sobre su conveniencia o tiempo de uso.
-Sea ejemplo coherente con lo que le pide. Es decir, procure utilizar usted mismo como padre o madre el menor tiempo la tecnología en casa, al menos como uso individual. Recuerde que los niños aprenden más por lo que ven de los adultos que por lo que les decimos verbalmente que esperamos de ellos.
-Cree actividades o espacios lúdicos alternativos al juego on-line. No basta con decir que no jueguen, sino que hay que proporcionarles actividades alternativas de su interés. Puede planificar que quede con algún amigo para jugar en casa, hacer alguna salida, ir al cine, hacer deporte, etc.
-Es necesario establecer con menores los correspondientes controles o filtros parentales desde el mismo momento que acceden a internet con cualquier dispositivo.
El agua un elemento de diversión clásico en niños
Pero ¿qué es lo que tiene el agua que encanta tanto a los niños? Para ellos, el agua no es solo un líquido que corre y se escurre, es un verdadero tesoro sensorial. Su frescura en un día caluroso, el sonido que produce al caer, el movimiento constante e impredecible. Todo esto es una invitación a la aventura. El agua, al ser tan versátil, ofrece mil maneras de jugar: pueden tocarla, lanzarla, observar cómo se desliza entre sus dedos o mojar a sus amigos con un simple chapoteo. En el agua hay sorpresa y emoción, nunca se sabe exactamente cómo va a reaccionar o hacia dónde va a ir, lo que convierte a cada gota en una oportunidad para descubrir algo nuevo.
Al jugar con agua, los niños se sienten libres, en control y desafiados a la vez. Pueden moldearla, dividirla, salpicarla, pero nunca atraparla del todo. Ese misterio, esa sensación de que el agua siempre se escapa, los mantiene cautivados. Además, el agua activa su creatividad: de pronto un simple charco puede ser un mar inmenso donde se imaginan piratas o sirenas, o una fuente puede ser la chispa de una carrera para ver quién puede esquivar los chorros más rápidos. Cada niño inventa su propio juego, se mete en su propia aventura, y el agua se convierte en un compañero flexible que siempre está dispuesto a seguirles el ritmo.
Y luego está el factor social. El agua invita a la interacción. Pocos juegos con agua son solitarios. Los niños se mojan entre sí, crean alianzas momentáneas, se turnan para controlar la manguera o la cubeta, y en medio de todo ese caos húmedo, surgen conexiones. Un niño moja a otro y ambos ríen, se persiguen, gritan, se desafían. El agua se convierte en una excusa para relacionarse, para compartir esa alegría con los demás. En ese ir y venir de salpicaduras y carcajadas, aprenden a convivir, a turnarse, a respetar los límites de los demás, pero sobre todo, a disfrutar juntos.
Para los niños, el agua es más que un simple elemento de la naturaleza; es un puente hacia la diversión y la creatividad. Mientras juegan, ellos no están pensando en que están aprendiendo sobre la física del líquido o fortaleciendo sus habilidades sociales, pero lo están haciendo. Cada gota, cada risa, cada carrera detrás del agua es una lección disfrazada de juego. Y es por eso que la aman tanto: porque les ofrece la libertad de explorar el mundo con sus sentidos, de compartir su alegría con otros, y de sumergirse, literalmente, en la magia del juego.