Fotografía Creativa: Capturar historias únicas.
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Cita
"A través de la lente de la fotografía, mi historia personal se despliega en instantes capturados, donde cada imagen cuenta un capítulo lleno de emociones, recuerdos y la narrativa única de mi viaje a lo largo del tiempo."
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Fotos con historia
Una fotografía puede contar una historia de diversas maneras, ya que tiene el poder de capturar un momento específico y transmitir emociones, detalles y contextos. Así una imagen puede congelar un momento crucial en el tiempo, revelando la esencia de lo que estaba sucediendo en ese instante.
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Narrativa de la imagen
Cada elección del fotógrafo, desde la selección del sujeto hasta la composición y el tratamiento de la luz, contribuye a la narrativa de la imagen. Ya sea capturando momentos íntimos, documentando eventos históricos o explorando la vida cotidiana, las fotografías tienen la capacidad de contar historias de maneras que a menudo van más allá de las palabras.
Imágenes que nos dan señales
La fotografía siempre esconde momentos sublimes en los que lo invisible, lo que no alcanzamos a ver, se revela con toda la fuerza ante nuestros ojos, al menos, para el que sabe no tan solo mirar sino ver y descubrir.
Las fotos que se muestran a continuación se han tomado en la calle de forma espontánea y siempre procurando guardar el respeto a la intimidad de las personas. Por ello, salvo consentimiento expreso, se han evitado o transformado los rostros u otros detalles importantes.
Para mí lo importante, más allá de la persona, es la búsqueda y revelado de las claves que surgen a través de la interacción espontánea de las personas en los diferentes contextos ya sean sociales, lúdicos u otros.
Si sabemos leer bien esas instantáneas, se nos revela un mundo lleno de sorpresas y detalles que se nos escapan a simple vista. Porque cualquier imagen lleva siempre asociada alguna historia y es un reflejo fiel de lo que sucede a nuestro alrededor y que no siempre llegamos a percibir.
Pequeñas historias cotidianas
Cuando los elementos encajan
Siempre procuro llevar una pequeña cámara conmigo (Sony RX100 III) por lo que pueda suceder. Nunca se sabe cuando puede surgir una buena oportunidad. En esta ocasión llevaba la cámara en la mano pero no había nada interesante a la vista en un día que además estaba lloviendo. De repente, se cruzaron dos niños que iban a la escuela pertrechados con sus correspondientes paraguas. Nada de particular. No obstante, me llamó la atención el colorido de los paraguas por lo que una vez pasaron por delante mío efectué 3 fotos prácticamente sobre la marcha y sin pararme cuando estuvieron de espaldas para guardar su privacidad. En principio, parecía ser una foto más pero al observar una de ellas, la imagen de la niña en uno de los paraguas parecía encajar perfectamente con la disposición del cuerpo del niño del que quedaba oculta su cabeza y la de la niña tomaba su sitio. Es uno de estos casos en los que se da lo que los fotógrafos llaman serendipia.
El principio de serendipia aplicado a la fotografía se podría describir como esos momentos mágicos en los que, mientras el fotógrafo busca una imagen o escena específica, acaba capturando algo completamente inesperado.
La serendipia es ese "golpe de suerte" que te regala una imagen que no esperabas y que termina siendo mucho más especial de lo que habías imaginado. Es cuando las cosas se alinean de una manera sorprendente y, gracias a la habilidad de observar y estar preparado, el fotógrafo capta ese instante fugaz y único. Así, aunque tengas una idea clara de lo que buscas, a menudo es lo inesperado lo que cuenta la mejor historia.
Conversación discreta
Hay momentos que solo puedes descubrir cuando te acercas y los detalles se revelan. En la fotografía vemos a un niño muy pequeño que aparece muy concentrado observando alguna cosa que le ha llamado la atención.
La fotografía original comprendía todo un escaparate de una conocida tienda de objetos de Navidad en Barcelona. La presencia del niño en una de sus esquinas le otorgaba un toque infantil muy apropiado y simpático en este contexto de personajes y adornos navideños.
El niño, se había levantado momentos antes de su cochecillo y se había dirigido directamente al escaparate intuyendo que aquello podía ser interesante para él. Se podían adivinar, desde cierta distancia, diferentes objetos, juguetes y luces. Los padres lo observan desde no muy lejos mientras le requerían que volviera.
Permaneció allí, casi inmóvil, hasta que sus padres llegaron a su altura y finalmente siguió su camino de nuevo sentado cómodamente en su carrito.
Pero lo curioso fue observar al analizar la fotografía, efectuada con zoom a cierta distancia, que realmente el niño estaba fijando la mirada en un pequeño Papa Noel que parecía hablarle en voz alta. El niño, completamente quieto, parecía querer escucharlo prestándole toda su atención. Ambas figuras inmóviles, pero por unos momentos parecían estar muy conectados.
Qué pudo estar pensando el niño en ese momento o que le hubiera gustado que el muñeco le dijera. O quizás todo es más simple y realmente, a su manera, los dos personajes en sus propias claves infantiles llegaron a establecer una comunicación de la que no llegaremos a saber su contenido, pero sí que podemos afirmar que se efectuó en la más estricta discreción.
El pequeño piloto
Cualquier tarde de finales de verano resulta agradable un paseo cerca de la playa y buscando la sombra del sol que empieza ya a esconderse por el horizonte. Es una tarde de domingo y familias con sus niños disfrutan de los espacios que ofrece la costa y sus playas. De madrugada había llovido y en el paseo marítimo, al lado de la playa, todavía quedaban algunos charcos de agua. Resultaba agradable observar a numerosas personas caminando, en bicicleta o efectuando diversas actividades lúdicas en la zona pese a los húmedos obstáculos.
Paseando tranquilamente y disfrutando de una ligera brisa marítima que se agradecía tras una jornada de cierto calor, de repente me llama la atención un sonido particular que irrumpe de forma imprevista y que enseguida asocio a que algún vehículo ha entrado en un charco de agua. Al tiempo noto en mis piernas una ligera humedad, señal inequívoca que algunas gotas de agua me han alcanzado. Nada grave, pero la sorpresa es que cuando me giro a observar el origen de todo, veo un pequeño patinete que a toda velocidad me adelanta por mi izquierda. Lo pilota de forma muy decidida y enérgica un niño, que no duda en abordar cuantos charcos se hallan en su camino. Una voz más lejana parece indicarle que vaya con cuidado… Cuando lo observo con más detalle me doy cuenta de que se trata de un niño muy pequeño, lleva todavía pañal y no creo que haga mucho tiempo que empezó a andar.
Cuando ya lo pierdo de vista, llega a paso ligero la que parece ser su madre hablando con otra persona muy activamente. Nos cruzamos una breve mirada y sin mediar palabra, con un claro movimiento de su cabeza me da a entender la paciencia que debe desarrollar a veces. La entiendo perfectamente cuando niños tan pequeños disponen de esa energía tan contundente y pertinaz. Quizás todavía no sabe controlar el pipí, pero ya sabe conducir con destreza un patinete incluso en medio de los charcos.
Que no nos pare
En algunas ocasiones resulta dramático encontrarte con una fantástica escena fotogénica, pero o no llevas la cámara o no eres lo suficientemente rápido para inmortalizarla. Raramente hay una segunda oportunidad. Pero hay veces en los que la suerte te puede sonreír.
Era una tarde de mayo lluviosa en plena visita a la Alhambra de Granada. Ya efectuada algunas visitas en el interior de varios recintos, la lluvia hace generosa presencia cuando a cielo abierto nos trasladábamos a la zona de los palacios nazaríes. Delante de mí, cuatro jóvenes amigas habían improvisado a marchas forzadas una eficaz protección refugiándose todas ellas en un mismo paraguas, mientras andaban aceleradamente en busca de zona segura. Con los palacetes de fondo y la lluvia cayendo sin piedad, la escena de las cuatro chicas tal si fueran un solo bloque, me parecía digna de la mejor foto. Pero las circunstancias apremiaban al paso ligero y a no tentar a la suerte con la cámara en medio del chaparrón. En mi cabeza pero la frustración de no poder captar ese instante me mortificaba. Ya saliendo del recinto y casi dada por perdida la oportunidad, al fondo del paseo y refugiadas, bajo un pequeño puente, allí estaban las amigas esperando que el tiempo amainara cuando de nuevo deciden aventurarse bajo el agua que seguía cayendo. Ahí hubo una segunda oportunidad y fue aprovechada.
Como el lema de su paraguas reza: “Hoy no hay lluvia que me pare” y así fue.
La sonrisa
Pasear por cualquiera de las calles de nuestras ciudades, especialmente en las más grandes, supone siempre la oportunidad de encontrar diferentes personas y personajes que, cada uno según su interés y necesidades, llenan los espacios con propuestas lúdicas, artísticas o de cualquier otro género.
En plena efervescencia de las fiestas del barrio, un payaso perfectamente maquillado y vestido para ejercer su actividad para deleite de lo niños, va llamando la atención con diferentes sonidos y muecas en su cara. Con gran habilidad hincha globos con los que va montando diferentes formas, intentando llamar la atención de las familias con niños pequeños para que se le acerquen. De repente, un golpe de aire parece robarle el modelo que estaba construyendo en ese momento y sale volando calle abajo. Una niña que pasaba cerca, se percata de la situación y corre para rescatar el globo que amablemente devuelve al payaso. El payaso, regala el globo a la niña por su ayuda, pero enseguida vuelve a ponerse en situación y va aumentado el ritmo e intensidad de su voz, emitiendo sonidos junto con la pertinente gestualidad de su cara. A su alrededor, muchos viandantes siguen con paso firme en dirección a sus destinos y parecen desconectados del entorno. Para ellos es como si no existiera. Otros simplemente siguen pegados a sus pantallas como única realidad que merece su atención. Sin embargo, de nuevo surge una persona con cierta sensibilidad o más conectada a lo que sucede en el mundo real y que tras oír una extraña voz que surge de repente en plena calle, es capaz de girarse y al descubrir al personaje, regalarle al menos otra sonrisa.
Amigos y socios
No solo las personas y nuestras actuaciones cotidianes pueden escribirse en forma de historias. El mundo animal es quizás todavía más rico y sorprendente en crear sus propios contenidos sorprendentes y, a veces, no hay que ir muy lejos para descubrirlos.
En nuestra propia casa es muy probable que estén sucediendo acontecimientos con pequeños seres de los que somos totalmente desconocedores.
Una mañana, en la galería de mi casa y cuando efectuaba la inspección visual rutinaria de las diferentes plantas que allí hay, observé la presencia de unas diminutas hormigas que se afanaban en subir y bajar por los tallos de una dalia en plena floración. Normalmente cuando estos animales andan por las plantas suelen señalar la presencia de parásitos.
Me llamó la atención como algunas de ellas permanecían quietas encima de un pequeño punto blanco fijado en el tallo. Me preguntaba qué estaría sucediendo en ese micro mundo, aunque ya tenía una posible hipótesis, pero debía verificarlo. Cogí mi objetivo de aumento (Venus Laowa 25mm f/2.8 2.5-5X) y me dispuse a observar con detalle lo que allí estaba sucediendo.
Efectivamente, tal como pensaba, la planta estaba infectada con cochinilla algodonosa, pero cual era el papel de las pequeñas hormigas junto a estos parásitos. Pues bien, algunas especies de hormigas, como es el caso, son capaces de establecer una relación simbiótica con la cochinilla algodonosa (también conocida como pulgón harinoso o pulgón blanco). Esta relación es conocida como mutualismo, donde ambas partes se benefician. Las hormigas obtienen un recurso alimenticio de la secreción azucarada llamada melaza que producen las cochinillas, mientras que las cochinillas reciben protección y transporte por parte de las hormigas.
En la fotografía puede observarse como dos hormigas manejan la melaza. Las cochinillas algodonosas son insectos pequeños que se alimentan de la savia de las plantas pero excretan ese preciado material azucarado rico en carbohidratos y que constituye un importante recurso alimenticio para las hormigas.
Las hormigas protegen a las cochinillas de depredadores y, a veces, las trasladan de un lugar a otro para asegurarse de que tengan acceso a nuevas fuentes de alimento. Además, algunas especies de hormigas han desarrollado una relación aún más estrecha con las cochinillas, llevándolas a sus nidos y cuidándolas como si fueran parte de su colonia. En algunos casos, las hormigas pueden incluso criar y proteger las cochinillas en el interior de sus nidos.
Este tipo de interacción mutualista entre hormigas y cochinillas es un ejemplo de cómo diferentes especies pueden desarrollar relaciones complejas para maximizar sus recursos y aumentar sus posibilidades de supervivencia.
Conocer y entender esta realidad entre animales supuestamente simples, nos tendría que hacer más modestos como seres humanos y no creernos que somos el centro del mundo sino unas piezas más de un complejo engranado vital del que solo vemos y alcanzamos a comprender una pequeña parte.
Cuando un fotógrafo sale a la calle, se adentra en un mundo lleno de posibilidades creativas. Cada esquina, cada persona o detalle cotidiano puede convertirse en una historia por contar. Saber observar es clave, ya que las mejores escenas a menudo se esconden en lo más simple y común. Sin embargo, la suerte también juega un papel importante: ese momento fugaz donde la luz, los gestos o los elementos se alinean para crear algo único. A esto se suma el buen ojo del fotógrafo, esa capacidad innata para reconocer una historia antes de que se revele, capturando la esencia del instante en una sola imagen.
En nuestra página Street photography mostramos algunas de ellas.